martes, 29 de diciembre de 2009

Monica Crranza nos deja


Cuando reía, se le notaban todos los dolores.
Se llamaba Mónica Carranza y había dedicado su vida a la solidaridad con los más pobres entre los pobres.
Desde el Comedor "Los Carasucias" que ella misma había construido, repartía su amor como podía.
Luchó incansablemente, casi siempre a la intemperie.
Desde ayer, el cielo le dará un descanso.
Aunque no lo quería, pero lo veía venir.
"Justo ahora me tenía que pasar esto", solía rezongar entre sus íntimos.
Contaba su historia personal y era en verdad la historia universal de los vulnerables que no se rinden.
Alguna vez supo decir que una cosa era hablar del hambre y otra muy distinta, sentirlo en las entrañas.
Y lloraba mientras lo contaba.
La que se está yendo entregó lo que no tenía para brindar su amor. Vendió su casa como vendía los ramitos de flores en las calles del desamparo en los años noventa.
Y todo para poder mantener la ración diaria de comida para ese chiquilín de Bachín multiplicado por mil que se refugiaba entre sus brazos.
Ese hambre del chico de la calle no le era ajeno. Era también su propio hambre.
En sus últimos años se sintió más protegida, cuidada, valorada por un Estado que antes estuvo demasiado tiempo ausente para los pobres.
La última vez que la vio sin cámaras a la vista, le contó a la Presidenta de la Nación y a la Ministra de Desarrollo Social, que valoraba toda la ayuda oficial que había llegado al Comedor del barrio de Mataderos, pero nada valoraba más que ese piso caliente que le habían construido para los chicos en las noches de frío.
"A mí me salvó el Amor, ponelo así con mayúsculas", declaró otro día.
Cuando el reloj marcaba las 5 de la mañana de ayer, se tomó de las manos de su hijo, y desde su lecho de enferma le susurró al oído las que fueron sus últimas palabras:
"Negrito, quedate con los chicos, dale para adelante"

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